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La avanzada liberal genera la necesidad de repensar la oposición popular y su principal expresión política: el peronismo. Hasta el momento, primó el objetivo de mantener la unidad con una oferta electoral más orientada a contener las facciones internas que a entusiasmar a la población. La idea detrás es que el proyecto liberal se va a deteriorar por motu propio.

La tarea entonces consiste en evitar graves fracturas para permanecer como la única expresión política alternativa viable a disposición del electorado cuando la propia insuficiencia del proyecto liberal se materialice en forma de deterioro de la situación económica y creciente malestar social. En términos de discurso de política económica hacia el futuro, basta con hacer cierta mea culpa por haberse excedido en el gasto público y la emisión monetaria, prometiendo al empresariado mayor prolijidad macro pero con una defensa de la producción nacional que el liberalismo sacrifica en el altar de la apertura importadora.

Esa estrategia puede ser acertada para un futuro regreso al gobierno, ya que las bases económicas del proyecto liberal hacen agua por varios frentes. Pero se muestra insuficiente para que a un futuro gobierno peronista le vaya mejor que al último, ya que la propuesta de un peronismo responsable con la macro y menos conflictivo con el empresariado no difiere de los últimas ofertas electorales fallidas (Scioli y Massa) y triunfantes (Alberto Fernández), al menos en lo discursivo.

Por su parte, la realidad de un elevado endeudamiento externo y la dolarización del excedente propia del bimonetarismo también van a golpear las bases económicas de un futuro gobierno peronista. Sacando las promesas de ilusionistas disfrazados de economistas, las próximas administraciones de cualquier orientación política van a tener una economía con débil crecimiento, con la capacidad de mejorar los ingresos permanentemente jaqueada por las presiones externas, que sólo darán algún alivio de acuerdo a la habilidad de negociación de los pagos de la deuda y la capacidad de ensayar innovaciones financieras que vayan ganándole al bimonetarismo con el paso del tiempo.

Entonces, ¿no hay nada mejor para ofrecer? Sí, pero si se construye una agenda que mejore la calidad de vida de los argentin@s no por el simple derrame de un improbable crecimiento económico. El ejemplo de El Salvador, cuyo presidente Bukele dio una respuesta, polémica pero respuesta al fin, al problema de la inseguridad, muestra que se pueden construir liderazgos con fuerte arraigo popular, aún con una economía en decadencia como fue la del país centroamericano en los últimos años.

Una agenda que planifique estrategias con conocimiento técnico y audacia política para afrontar las principales problemáticas de nuestra población (que van desde la falta de acceso a la vivienda, pasando por la débil cultura de deporte o alimenticia -donde pega más la obesidad que la desnutrición-, hasta las adicciones y la violencia narco en las barriadas populares), puede ser mucho más efectivas para la reconstrucción de un peronismo moderno con proyección, que los intentos conservadores por transformarlo en la contraparte bipartidista validante del actual proyecto liberal.