ACTUALIDAD..POR SIMóN SUáREZ
21 de agosto de 2023
RADIOKTUBRE INFO……. NO SENTIRSE DERROTADOS DE ANTEMANO ……Por Simon Suarez Ver mas….

La primera es que si la economía sale de caja en forma generalizada, con precios enloquecidos, se desvanecerá todo lo sólido de cualquier especulación o argumento. Por suerte circunstancial y méritos ¿asentados?, Argentina tiene estabilidad política pese a vivir terremotos económicos frecuentes. Si no fuese así, estaríamos preguntándonos quiénes serían hoy los Alfonsín y Duhalde, como variantes de liderazgo institucional, para encontrar una salida.
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Como quiera que sea, el ganador de las Primarias es hoy el centro del universo y se impone una tercera advertencia: a Milei no le da el piné para ser considerado un fascista. A sus votantes tampoco, y enojarse con ellos sería otro yerro descomunal.
El personaje puede tener componentes de esa categoría ideológica, a partir de la violencia de sus gestos y declaraciones.
Es cierto que algunos dichos en particular, como los relativos a la venta libre de órganos, lo acercan a concepciones inhumanas (digamos). Es cierto que su candidata a vice resulta una negacionista del genocidio y que, como indica otra colega por estas horas, no se trata de una militante pro-dictadura: Victoria Villarruel es la dictadura. Y son ciertos tantos otros elementos que, en prospectiva, dibujan la imagen de un facho, susceptible de operar como tal cuando llegue el caso.
Nadie en su sano juicio debiera imaginar que las declamaciones de Milei -tan sólo de ser intentadas- no provocarían un incendio de magnitudes desconocidas, en un país de profunda vocación callejera, con minorías intensísimas que, tarde o temprano, con avances y retrocesos, responden golpe por golpe.
Y por otro lado, concurrente, Milei no tiene más militancia que su base mediática y de redes. En principio, no es gente que vaya a poner el cuerpo en defensa de su voto-bronca. Y menos todavía sus franjas juveniles (siempre en principio), que constituyen buena parte del núcleo duro de su voto. La apoyatura mediática, encima, pasó a estar en duda porque el establishment no parece tener claro cómo posicionarse.
Los turba el Frankestein que crearon o dejaron correr sus periodistas, como alguno de ellos llegó a admitirlo en público. Que Milei les haya servido para consolidar un discurso social de derechas, a fines de extremarlo pero manteniendo en pie a la derecha “posible” de los cambiemitas, no es lo mismo que haber dejado al personaje en condiciones ganadoras hoy probablemente potenciadas, porque vencer llama a la pretensión de vencer más aún.
Una respuesta facilista sería que el Poder -a secas, como corresponde- debe asumir la extravagancia que estimuló. Disponer a sus cuadros para rodear y dirigir al candidato que se llevó puesta a su copia berreta. Y a la hibridez de uno de los votos más caros de la historia electoral argentina.
Después de todo, el manual fascista radica en un espíritu colectivo, criminal (capitalismo más asesinato) y con injerencia siniestra del Estado.
¿En qué se relaciona eso -salvo por su carácter fanático- con un ultraliberal que pregona el individualismo hasta límites indescriptibles, y que hace agua por todos los costados al momento de explicar técnica y socialmente cómo podría llevar a cabo sus proclamas? Desde ya, nada de eso les interesa a sus votantes ni a los comunicadores que lo ¿entrevistan?
Milei tiene licencia para inventar lo que fuere.
A manotear la plata de ahorristas y jubilados, constituyendo un reemplazo de bonos que atraería miles de millones de dólares de inversores externos, casi de la noche a la mañana, le llama algo así como “creación de clima expansivo”. Mezcla el Conicet con la NASA. Sobre cómo pagarle al Fondo Monetario la herencia más siniestra que se registe, apenas recurre al slogan de que él es más ajustador que ellos. Propone alegre y constipadamente a la vez -porque nada en él tiene algún síntoma de cariño, salvo lo estimable de sus perros y la hermana- que Educación y Salud se arreglan con vouchers y martingalas ancladas en no se sabe cuál afectación de intereses (poderosos, en serio, no el “costo de la política”); ni en qué precepto constitucional, en el país donde su admirado menemismo liquidó los alcances nacionales de ambas áreas.
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